google-site-verification: google7dcda757e565a307.html

Cómo vencer el bloqueo emocional

cómo dejar de estar bloqueado mentalmente

Autora: Ana Hidalgo

El bloqueo emocional es algo bastante frecuente que muchos hemos experimentado en alguna ocasión. A veces dudamos si dejar o no a nuestra pareja, cambiar o no de trabajo, qué decidir o cómo actuar…

Lo curioso es que, pese a ser algo común que genera gran malestar, muchas personas no saben cómo hacerle frente. Es por ello que quiero mostrarte algunas estrategias básicas que pueden ayudarte a liberarte de ese bloqueo mental o emocional.

¿Qué es en realidad el bloqueo mental o emocional?

El bloqueo mental y el bloqueo emocional, si bien tienen matices distintos, coloquialmente tienden a usarse como sinónimos.

Generalmente cuando una emoción nos desborda, no conseguimos identificarla, entenderla o gestionarla, podría decirse que tenemos un bloqueo emocional. Cuando esto ocurre, cuerpo, mente y conducta se ven frenados e igualmente paralizados. Por ejemplo, no sabemos empezar, continuar o finalizar algunas conductas. De ahí que se hable de bloqueo mental.

Sin embargo, pese a lo incómodo y desagradable que puede resultarnos, este obstáculo cerebral tiene una finalidad: nos está obligando a bajar el ritmo y reflexionar sobre algo que desconocemos, para poder entenderlo y asimilarlo mejor.

Es precisamente por eso por lo que se dice que el bloqueo emocional o mental es un mecanismo de defensa. Así, ante una situación con alto impacto emocional (por ejemplo, una ruptura sentimental, una muerte, un suceso traumático…) nuestra mente puede poner en marcha este mecanismo para darnos tiempo a entender lo sucedido y asimilarlo. De esta manera, trata de protegernos ante el dolor. Sin embargo, si el bloqueo emocional se mantiene por mucho tiempo, puede ser peligroso para nosotros. De hecho, pueden dejarnos anclados en el pasado o en situaciones actuales que nos perjudican. Por ejemplo, cuando no podemos olvidar a nuestra expareja o nos aferra a un trabajo que nos hace infelices.

Veámoslo un poco más de cerca…

En ocasiones, nuestra mente bloqueada “rebobina” constantemente un hecho a fin de analizarlo mejor, con más detalle. Al gastar energía en ello, le cuesta pensar en otras cuestiones, tomar decisiones, proseguir la vida… De ahí que en más de una ocasión cuando realizo terapia, escuche eso de:

  • “No paro de revivir lo sucedido”.
  • “Estoy bloqueado, no sé cómo seguir con mi vida”
  • “No tiene sentido, sé lo que ha pasado, pero no dejo de darle vueltas”.

Otras veces, nuestro bloqueo mental hace que nuestras emociones se congelen. Así, es frecuente escuchar eso de:

  • “Desde hace un tiempo, es como si las cosas que pasan alrededor ya no me importasen”
  • “Antes quería hacer cambios, pero no encuentra fuerzas ni ánimo para hacerlo, ya no me ilusiona como antes”.

¿Qué síntomas son los más comunes?

Ante el bloqueo emocional con frecuencia experimentamos síntomas físicos, psicológicos y/o conductuales. Por ejemplo, genera en nosotros sufrimiento, pérdida de energía, indefensión, insatisfacción, miedo, ansiedad, irritabilidad …

Al mismo tiempo (de forma más o menos marcada), puede ir acompañado de síntomas físicos. Entre los más comunes: dolor de cabeza, estomacales, musculares, agotamiento físico, infecciones… En cuanto a cómo afecta el bloqueo a nuestras conductas, podemos destacar: evitación de actividades y procrastinación, cambios de hábitos de sueño y alimentación, aislamiento social, malhumor, adicciones, conductas de riesgo…

Por qué me cuesta avanzar

Si bien ya hemos comentado que vivir una situación emocionalmente intensa puede bloquearnos, lo cierto es que el bloqueo emocional puede tener causas muy diversas. Algunos factores predisponentes que pueden generar este cortocircuito o bloqueo mental pueden ser:

  • Una autoestima debilitada. El miedo a no ser capaz, al qué dirán, a arrepentirse, a cometer fallos… son temores usuales que cuestionan nuestra propia valía. Como consecuencia, nos dejan anclados en situaciones que no nos son favorables y de las que nos cuesta salir.
  • Perfeccionismo y creencias erróneas del tipo todo o nada. En ocasiones pensamos que “todo” debe ser perfecto antes de embarcarse en algún cambio.
  • Ensoñaciones con alternativas “perfectas” en las que no haya pérdidas y sólo beneficios.
  • Rigidez de pensamiento y excesivo control. Algunas personas quieren poder controlarlo todo y, cuando algo escapa a su control quedan bloqueados y no saben cómo continuar.

Cómo vencer el bloqueo emocional

Si bien en Google puedes encontrar muchas ideas del tipo, relájate, toma distancia del problema, enfócalo bajo otra perspectiva… Estas ideas pueden ayudar a desbloquearte, pero también pueden no hacerlo debido a que no todos los tipos de bloqueo son iguales. Por eso, antes de nada, quiero mostrarte un paso previo que algunos olvidan: averiguar qué tipo de bloqueo tienes.

Paso 1: Analizar el problema: averiguar qué tipo de bloqueo emocional tienes

Generalmente al trabajar con terapia emocional me encuentro dos tipos de perfiles que padecen bloqueo: Aquellas personas a las que les cuesta identificar e interpretar sus emociones, y aquellas a las que les cuesta gestionarlas.

Si te cuesta identificar tus emociones:

Es probable que sientas gran confusión sobre sus emociones o cómo has llegado a sentirse así.

En terapia, muchas personas indican que, sin motivo aparente, de repente se han quedado bloqueados. Pueden encontrarse tristes, preocupados, desanimados o, simplemente asustados o perdidos en la vida, sin saber por qué ni si es exactamente esa la emoción que tienen. Algunos comentan un vacío existencial, otros: desinterés … cada caso es distinto, aunque tienen en común esa sensación de bloqueo.

La frase más típica: “no sé qué me pasa” Si este es tu perfil, toma nota de las estrategias de tipo A que te doy más abajo.

Si te cuesta gestionar las emociones:

Seguramente sí sabes qué te sucede, pero no sabes cómo solucionarlo.

Aquí, están personas que quizás recuerdan un hecho traumático, una dificultad de pareja o laboral, algún hecho que los ha llevado al bloqueo… Sin embargo, se sienten incapaces de actuar.

En estos casos, con frecuencia oigo expresiones del tipo: “sé lo que tengo que hacer, lo que me dice la razón y la lógica, pero soy incapaz de hacerlo”. Si estas en esta situación, toma nota de las estrategias tipo B.

Otra modalidad de no saber gestionar las emociones consiste en no aceptarlas. Algunas veces sabemos qué nos sucede, pero no nos permitimos reconocerlo. Por ejemplo: me avergüenza reconocer que tengo envidia y la niego. Aquí oigo muchas veces eso de: “sé que no debería sentirme así, pero no puedo evitarlo”. Si estas en esta situación, toma nota de las estrategias tipo C.

Paso 2: busca la estrategia adecuada para tu caso

Estrategias tipo A para cuando no sabes qué te sucede

En algunas ocasiones no sabemos lo que nos sucede porque nos aterra asomarnos a esa ventanita emocional.

  • “Si pienso en ello me agobio más y termino peor”.

Sin embargo, por duro que nos parezca, es necesario mirar en nuestro interior. Quizás te asuste hacerte una prueba médica que determine si tienes o no cáncer, pero si no la haces, no podrás saber qué te sucede exactamente ni cómo ponerle remedio. Atreverte a hablar con tus emociones cara a cara será esencial. En otras ocasiones el problema es que no encontramos las palabras adecuadas para definir lo que queremos.

  • “No sé lo que me pasa, no encuentro la palabra exacta”.

Ya en muchas otras ocasiones he hablado de la importancia de crear un diccionario emocional propio. A veces, incluso expresiones inventadas pueden ayudarnos a poner nombre a cómo nos sentimos. Esto es importante dado que así podremos concretarlo y manejarlo con mayor facilidad. Imagina que entras a comer a un restaurante en China, pero sólo sabes decir en chino “carne” y “pescado”. Si al camarero le pides un plato de carne, tal cual, no sabrá si la quieres de pollo, de cerdo, de ternera, de perro… ni tampoco cómo quieres que te la cocinen o si la prefieres cruda.

La amplitud de vocabulario te ayudará a concretar ideas, de ahí que es importante que aprendas a diferenciar entre tus emociones poniéndoles nombre. Por ejemplo, no es lo mismo decir “me siento fatal por lo sucedido” que concretar el cómo te sientes con una emoción (triste, enfadado, cansado, dolido …)

Estrategias tipo B para cuando no sabes qué hacer

Cuando tenemos claro el origen del bloqueo, pero, a pesar de ello nos cuesta actuar, toca replantearse nuestros frenos.

Generalmente nos paralizamos cuando sentimos miedo (a ser juzgados, fallar, perder algo, salir de la zona de confort…). Habla a la cara con tus miedos. Plantéate qué tipo de beneficio te está aportando tu bloqueo.

Por ejemplo, no dejo a mi pareja porque me asusta perder a mis hijos. No dejo el trabajo porque me da miedo emprender. Continúa interrogando a tus miedos hasta ver su auténtico origen. Por ejemplo, me da miedo emprender porque me asusta fallar, y me asusta fallar porque siento que soy un fracaso.

Cuanto más te acerques al origen, más podrás saber cómo solucionarlo. En este caso, podrías listar todas aquellas ocasiones en las que te ha ido bien y no fracasaste, analizarlas y ver tus puntos fuertes. Recuerda que muchas veces la forma en que te hablas es la que realmente te está bloqueando. Usar expresiones del tipo “todo-nada”, “siempre-nunca” hará que no puedas encontrar los matices que marcan la diferencia.

A continuación, perfila qué podrías hacer para solventar ese miedo, ¿qué haría una persona capaz para superar la situación? De este modo, podrás plantearte objetivos concretos. Puedes leer más sobre cómo lograr objetivos pinchando aquí.

Estrategias tipo C para cuando negamos la realidad

En algunas ocasiones sabemos lo que nos sucede, pero no queremos aceptarlo. Con frecuencia el bagaje cultural y la presión social nos lleva a asumir enunciados del tipo:

  • No puedes enfadarte tanto con alguien a quien quieres.
  • Los chicos no lloran.
  • No puedes estar triste porque te haya dejado tu pareja, si no merecía la pena…

Aquí la estrategia va a consistir en aprender a mandar al cuerno los convencionalismos. Cada uno siente lo que siente, y eso no es discutible. Todas las emociones están ahí por algún motivo y admitirlas y reconocerlas nos puede ayudar a saber cómo mejorar. Ya en otro post hablé sobre cómo vencer la presión social, te animo a echarle un vistazo pinchando aquí.

Paso 3: ponte en marcha y mueve el culo.

No importa si no sabes hacia dónde ir, a veces lo importante es comenzar a andar. Probablemente este primer camino no te lleve a donde quieras ir, pero al menos te habrá puesto en marcha y, sin duda, ese es un paso esencial para romper el bloqueo.

Ten en cuenta que una vez activado, siempre tendrás tiempo para cambiar el rumbo o sentido de tu dirección. Hablé precisamente de ello en otro artículo. Pincha aquí para leerlo.   En cualquier caso, si ves que el bloqueo te abruma y te cuesta solucionarlo, ya sabes que me tienes a tu disposición para trabajar juntos dentro del marco de una terapia.

De hecho, puedes reservar tu consulta pinchando aquí mismo.

Sobre la autora:

“Soy Ana Hidalgo, psicóloga de profesión y persona como tú, con grandes experiencias tanto a nivel personal como profesional. Me dedico a ayudar a personas a superar situaciones difíciles y salir fortalecidas de ellas. Si quieres recibir semanalmente artículos sobre amor, desamor y relaciones en general, suscríbete gratis a mi blog en terapiaconAna.com”

Compártelo con tus amigos