Cómo ser más despreocupado
Autora: Ana Hidalgo
¿Eres de las personas que se preocupan mucho por cualquier cosa? Si es así, es muy probable que hayas experimentado dolores de cabeza, musculares, dificultades de sueño, cansancio…
A veces es difícil encontrar el equilibrio entre preocuparse demasiado y despreocuparse por completo. Sin embargo, es más importante de lo que a priori podemos creer pues ambos extremos pueden jugarnos malas pasadas.
Qué es la preocupación y para qué sirve
La preocupación es una emoción que se relaciona con “un estado de desasosiego, inquietud o temor ante una situación difícil o problema”.
Aunque pueda resultarnos incómoda, como todas las emociones, tiene su utilidad. De hecho, puede ayudarnos a priorizar tareas y buscar soluciones. Nos sirve para prevenir futuros posibles peligros o situaciones molestas.
Ahora bien, como suele ocurrir con las emociones, el problema surge cuando esta emoción se dispara en exceso o se inhibe por completo.
Te pongo unos ejemplos.
PREOCUPACIÓN ADAPTATIVA: Te ha salido una mancha muy fea en la piel y te sientes preocupado al respecto. Gracias a ello puedes ir al médico y obtener el tratamiento adecuado.
PREOCUPACIÓN EXCESIVA: Al ver la mancha de tu piel le das mil vueltas al qué podrá ser, qué harás si es algo malo, te pones en lo peor y comienzas a tener miedo hasta el punto de que no te atreves a llamar al médico por lo que pueda decirte.
PREOCUPACIÓN INSUFICIENTE O DESPREOCUPACIÓN: aunque has visto que la mancha crece, piensas que no es nada importante y no le das importancia pese a que pique, duela o cambie de color, forma o textura por falta de tratamiento.
Como ves, tan malo puede ser preocuparse en exceso como despreocuparse por completo.
Lo ideal sería buscar el equilibrio.
Por qué es malo preocuparse mucho
Antes que nada, aclarar que todos podemos preocuparnos en exceso ante algún problema concreto. Ahora bien, el problema puede llegar si esto lo tenemos como un hábito o costumbre.
Cuando esto ocurre, es muy probable que esta emoción en lugar de ayudarte y prevenir un posible problema, interfiera en tu vida y te genere un problema en sí mismo.
Ten en cuenta que suele provocar una gran agitación a nivel fisiológico (subida de tensión arterial, palpitaciones, tensión muscular…); provoca además que centres tu atención más en la amenaza que en la búsqueda de soluciones; y esto a su vez puede bloquear tu capacidad de razonamiento; y hacer que tus conductas sean más erráticas.
6 características de las personas que se preocupan mucho
Si sueles darles mil vueltas a tus problemas, es muy probable que seas de esas personas que se preocupa mucho.
Es probable que te reconozcas en estas características comunes:
1. Tendencia a adelantarse a los hechos.
Las personas que se preocupan demasiado suelen ser de esas que ponen la tirita antes de que haya herida. Tienden a obsesionarse con posibles alternativas y comienzan muchas de sus afirmaciones con el famoso “y si…”.
- Y si sale mal.
- No lo tengo claro, y si…
2. Suelen ser tremendistas o pesimistas.
Creen que las consecuencias del problema en el que se encuentran serán devastadoras o al menos, sumamente importantes.
Esto es así porque suelen caer en un error común, la generalización, extrayendo conclusiones a partir de uno o varios hechos aislados. Por ejemplo, si leen que alguien ha sido atropellado al atarse los cordones, pensarán que la probabilidad de que esto vuelva a ocurrir es mayor estadísticamente hablando.
De igual modo, tiende a confiar en que la Ley de Murphy se cumplirá: “si algo malo puede pasar, pasará”.
3. Pueden ansiar el perfeccionismo
Tienden a marcar un criterio muy elevado sobre la realidad, los resultados esperables o las formas de actuar. Este criterio lo asumen como medida normal, y todo lo que se aleje de ella supone un peligro.
Por ejemplo, si te sobra una tuerca al montar el mueble es porque está mal, esto aumenta la probabilidad que se caiga y provoque una catástrofe irremediable.
Es más, todo lo que se aleje del perfeccionismo y suponga alternativas abiertas les generan malestar. Por lo general, les cuesta mucho hacer frente a la incertidumbre.
4. Se paralizan ante el miedo
Un motivo por el que se preocupan con frecuencia es que no terminan de solucionar sus problemas. Cuando ven o presienten un problema lo analizan hasta la saciedad, pero quedan paralizados y enganchados en la teoría en lugar de lanzarse a la acción que lo solucione.
5. Confunden posibilidades y probabilidades
La posibilidad de que prácticamente cualquier acontecimiento ocurra es del 50 % (puede ocurrir o no ocurrir). Ahora bien, la probabilidad de que ciertos acontecimientos ocurran es muy variable.
Por ejemplo, la probabilidad de que me arrolle una vaquilla es muy baja si estoy en la ciudad, mientras que aumenta conforme me acerca a una vaquería o a periodos de fiestas populares.
Sin embargo, estas personas que se preocupan mucho es probable que no presten atención a estos detalles. Para ellos lo posible y lo probable tienden a igualarse, lo que hace que aumenten sus temores.
6. Confunden quien tiene el control y/o la responsabilidad de las situaciones
En ocasiones, asumen que las personas responsables no están ejerciendo bien sus funciones y, si ellos/ellas no están atentos a lo que ocurre, podría desencadenarse la catástrofe.
Dado que en muchas de estas ocasiones no sabrían cómo manejar dicha situación en caso de caos, le dan mil vueltas a la cabeza tratando de encontrar soluciones alternativas.
Si, por ejemplo, ven que una embarazada va a volar en su mismo vuelo, es probable que antes de despegar indaguen sobre qué hacer en caso de parto; si hay algún médico en la sala; cómo conseguir mantas y agua caliente…
Qué hacer si eres de esas personas que se preocupan mucho
Como puedes imaginar el preocuparse en exceso supone soportar un alto grado de estrés. Si este es tu caso, toma nota de algunas pautas que puedes seguir para ayudarte a remediarlo.
Lista tus preocupaciones
Quizás te parezca algo muy sencillo, pero es una buena forma de acortar tus generalizaciones. Ya no te preocupas “por todo”, sino por ciertos acontecimientos concretos que se dan en determinadas circunstancias.
Para que esta técnica funcione, debes anotar lo que te preocupa con todo tipo de detalles, incluyendo sus posibles consecuencias. De esta forma te será más sencillo tomar conciencia de lo que está pasando por tu mente.
Además, esto te permitirá analizar y afrontar cada problema a su debido tiempo y con la estrategia más adecuada a cada caso.
Es curioso, pero algunas de nuestras preocupaciones suelen ir en la línea de tener miedo a olvidar algo. Por eso, al listarlo, esa preocupación desaparece.
Analiza tus preocupaciones con tres preguntas
Ahora que ya tienes tu listado exhaustivo de preocupaciones toca examinarlo.
Aunque pueda parecer algo obvio, cuando estás preocupado es posible que no estés cayendo en algo muy básico: ¿lo que te preocupa es realmente un problema?
Como hemos visto, nuestra propia mente puede jugarnos malas pasadas confundiendo probabilidad con posibilidad; sobre generalizando, haciendo inferencias arbitrarias…
Es por eso que te animo a que tengas muy presentes estos errores de pensamiento tan comunes. Quizás tus sesgos cognitivos son los que están haciendo que una situación parezca más dañina de lo que en realidad es.
Para seguir con el análisis, reflexiona sobre algo muy importante: ¿aquello que te preocupa tiene solución?
Ten en cuenta que no puedes cambiar los acontecimientos pasados, por lo que no te va a servir de nada preocuparte sobre ellos. Quizás tu formulación del problema sea errónea, en lugar de preguntarte por qué, plantéate qué se puede hacer ahora.
Además, como sabes, hay problemas que no tienen solución o no está en tus manos. Por eso, plantéate también: ¿Lo que te preocupa es responsabilidad tuya o está en tus manos solucionarlo?
Si puedes hacer algo al respecto para que el problema se resuelva, hazlo. Si no es así, te tocará delegar y confiar en que la persona adecuada lo resolverá.
Date un respiro
Como ya habrás comprobado, preocuparse es agotador. Por eso, si eres de esas personas que se preocupan mucho, tanto tú como tu mente necesitáis un respiro.
Practicar ejercicios de relajación o meditación, practicar deporte o realizar cualquier actividad que te ayude a “desconectar” será vital.
Esto no hará que tus preocupaciones desaparezcan, pero te permitirá que no se entrometan en tu mente a cada paso.
De hecho, una técnica muy común suele ser buscarle un tiempo específico a las preocupaciones.
Lo sé, suena absurdo, pero funciona. De hecho, es una técnica que se emplea mucho en terapia.
Puedes agendarte un espacio al día para preocuparte, por ejemplo, de siete a ocho. Si te llega un pensamiento relacionado con tu preocupación fuera de ese horario simplemente decirte “lo revisaré más en profundidad cuando a las siete”. Eso sí, cuando llegue la hora fijada dedícale tiempo a pensar sobre el problema y sus posibles soluciones.
Deja de preocuparte y ocúpate en solucionarlo
Como dice mi amiga Ana Zabaleta, es mejor hecho que perfecto. Si algo te preocupa adelante, ponte manos a la obra a resolverlo, toma acción.
Ojo no te pido que lo hagas de forma impulsiva o a lo loco, sino que simplemente actúes. Puedes dedicarle un tiempo a pensar y reflexionar sobre tus preocupaciones, pero fíjate un plazo para resolverlas. Llegado el plazo deberás actuar tanto si tu posible solución es la más idónea como si no.
Ten en cuenta que, en muchas ocasiones, las preocupaciones son más llevaderas cuando se comparten. Como suele decirse: “dos cabezas piensan más que una”.
Pide ayuda a las personas que tengas cerca, quizás ellos te aporten el punto de vista que necesitas.Es más, si tus preocupaciones se han vuelto excesivas y te están jorobando más de la cuenta, pide ayuda profesional. Mantener esta situación puede generarte trastornos de ansiedad importantes.
A este respecto, si necesitas ayuda extra con tus preocupaciones, ya sabes que estoy a tu disposición.
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