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Ser competitivo es bueno o malo

Ventajas e inconvenientes de la competitividad.

Autora: Ana Hidalgo

Quizás en algún momento te hayas planteado ser más o menos competitivo.

De hecho, algunos se quejan de que vivimos en una sociedad muy competitiva mientras otros lamentan justamente lo contrario.

Ahora bien, quizás estaría bien valorar si ser competitivo es bueno o malo y bajo qué circunstancias.

Por eso, para saber si ser competitivo es bueno o malo, es importante aclarar primero qué es ser competitivo.

¿Te has planteado qué significa ser competitivo para ti?

Hace tiempo oí decir que la competitividad es como el colesterol: la hay buena y mala.

La buena, ayuda a mejorar a las personas y a la sociedad, mientras que la mala nos empeora.

Bajo mi punto de vista la competitividad se encuentra en un continuo donde ambos extremos pueden ser perjudiciales.

La falta total de competitividad (además de creerla inexistente) la considero como cercana a la desidia.

Es decir, te lleva a la inacción e involución como persona.

Mientras que el exceso de competitividad puede llevarte a la autodestrucción personal y social como veremos más adelante.

Si partimos de la base de que una persona competitiva es la que acepta retos a superar, todos somos competitivos.

De hecho, la vida implica aceptar retos día tras día y es importante para nuestra supervivencia.

Además, somos seres sociales y por ello necesitamos ser reconocidos y admirados en mayor o menor medida.

Esto da otro motivo añadido para que nuestro instinto competitivo se mantenga activo en nosotros.

De este modo, esta competitividad nos ayuda a sentirnos integrados y a reforzar nuestra autoestima.

Sin embargo, el considerarnos o no personas competitivas suele llevar otros matices.

A este respecto, dado que todos tenemos parte de competitivos, el sentirnos o no personas competitivas podría ser una cuestión de grados.

Es decir, dependerá de dónde pongamos la marca en nuestro continuo de competitividad.

Entonces, ¿dónde está el punto de corte que marca si somos o no competitivos?

Pues depende de la visión personal que tenga cada uno del significado de competir.

Por ejemplo, aunque suelas llegar el último, puedes considerarte competitivo por tratar siempre de superar tu propia marca personal.

Sin embargo, otros entenderán que si no compites con o contra otros no eres competitivo.

De hecho, muchas veces aceptamos una visión no siempre sana en relación a esto de competir, revisemos algunas.

Frases que animan a ser competitivos, pero pueden dañarte:

  • “Lo más importante es ser el primero”.

Si eres atleta, deportista de élite o similar, el llegar el primero puede suponerte un logro en tu vida profesional.

Sin embargo, esta expresión no sirve como norma en el resto de tu vida, al menos si la sigues a toda costa.

Por ejemplo, puede poner tu vida en peligro si te la tomas al pie de la letra mientras conduces.

  • “Al enemigo ni agua”, “si me hundo no seré el único”, “para que yo gane otros deben perder”…

En este lado está el ser competitivo frente a otros a toda costa.

No se trata tanto de que yo logre destacar como de que otros no lo logren.

Esto se ve mucho en las aficiones deportivas.

Algunos amigos dicen: “a mí no me preocupa si pierde mi equipo, lo que quiero es que tal otro pierda”.

  • “Si soy el mejor en algo conseguiré respeto y aceptación”.

El otro día un cliente me decía: “de niño siempre odia al típico listillo que venía y me decía que había sacado un diez en un examen”.

Y es que, lo cierto es que el respeto y la aceptación no siempre van unidas a las victorias o logros personales.

De hecho, muchas personas hablan de la soledad que se experimenta en la cima.

Por eso, si buscas la competitividad asegúrate de con qué fines lo haces o puedes estar poniendo tu esfuerzo en la dirección equivocada y terminar frustrándote.

  • “Sólo los mejores pueden ganar más, y esto asegura parte de mi felicidad”

Debo reconocer que, si bien es cierto que algunos estudios indican que las personas más competitivas tienen mayor salario, también algunas investigaciones han señalado que no es el dinero lo que nos da la felicidad.

Plantéate de nuevo si tu esfuerzo por ser el mejor te lleva hacia lo que realmente estás buscando.

No caigas en el falso mito de que más es sinónimo de mejor.

Por ejemplo, quizás tengas más salario, pero si eso te supone vivir en peores condiciones con menos tiempo, un equipo poco unido y muchos quebraderos de cabeza, ¿realmente te compensa? Ojo con esto sopésalo ajustándote a tus propios valores.

 

Por ello, te animo a reflexionar no sólo sobre qué significa para ti ser competitivo sino también para qué quieres o no serlo.

Y es que, el ser competitivo puede ayudarte o destruirte en función de cómo lo adoptes.

Al fin y al cabo, como ya decía Aristóteles, se trata de buscar el justo equilibrio. Es decir, balancear sus ventajas y desventajas.

¿Qué ventajas tiene ser competitivo?, ¿qué es la competitividad buena?

Si entendemos ser competitivo como un reto o forma de superación y mejora personal y social, hablamos de competitividad buena.

Te nombro algunas de las ventajas que conlleva este tipo de competitividad:

Bajo este enfoque, ser competitivo nos puede aportar una gran capacidad de mejora personal o social.

Además, te ayudará a sacar tus fortalezas, esforzarte y creer en ellas, y eso te permitirá desarrollar tu autoestima.

Del mismo modo, te permitirá aumentar la seguridad en ti mismo y salir de tu zona de confort más frecuentemente.

Igualmente, te evitará caer en la indiferencia y el pasotismo y te animará a emprender acción y realizar cambios.

Al mismo tiempo, la buena competitividad puede hacerte más perspicaz y creativo al tener que observar detalles para superar retos.

Por tanto, ser competitivo es bueno cuando te suma valor a ti y, de algún modo, a la sociedad.

¿Qué es la competitividad mala?, ¿qué desventajas puede tener ser competitivo?

La competitividad puede ser mala cuando nos empeora como personas o perjudica a los demás.

Si bien ya hemos visto algunos ejemplos de cómo puede afectarnos el ser competitivos, quiero destacarte algunos más.

Por ejemplo, ser competitivo es malo cuando te aleja de las personas importantes en tu vida.

A todos nos cansa el que otra persona nos rete en todo momento y cuestione nuestra valía o trate de mostrar la suya a base de intentar que quedemos por debajo de él o ella.

Y es que, la mala competitividad puede llevarte a romper con tus valores y alcanzar tus objetivos a cualquier precio, sin tener en cuenta los derechos de otros o los tuyos propios.

Por ejemplo, aquel jugador que prefiere lesionar a otro jugador a fin de ganar un partido y proclamarse campeones.

Es decir, lo que se conoce como practicar el juego sucio.

Además, la mala competitividad puede llevarte a querer sobresalir en solitario, dificultando el trabajo en equipo.

Por si fuera poco, puede generarte gran estrés y malestar emocional, incluso una mera trivialidad, al sentir que tienes que ponerte a prueba con gran frecuencia.

Es decir, ser competitivo es malo cuando te resta valor a ti o a la sociedad.

¿Por qué a veces empleamos la mala competitividad?

Nuestra educación, así como nuestras experiencias y necesidades personales nos van a llevar a situarnos en un extremo u otro del continuo de la competitividad.

Por ejemplo, a veces las necesidades económicas hacen que nos volvamos más competitivos o que incluso deseemos ganar a cualquier precio.

Sin embargo, detrás de la extrema competitividad puede haber otros múltiples factores más sutiles.

Uno de ellos es la falta de seguridad en nosotros mismos.

Por ejemplo, la competición nos sirve para tratar de auto-convencernos o convencer al mundo de que somos válidos y así poder sentirnos dignos de ser queridos, aceptados o reconocidos de algún modo.

Ya vimos que todos en mayor o menor medida necesitamos sentirnos integrados y aceptados.

Sin embargo, si empleamos la mala competitividad para tratar de integrarnos lo que estamos reflejando es una falta de seguridad en nosotros mismos, lo que habitualmente suele producir el efecto contrario.

Pero no sólo puede suceder por falta de seguridad, sino también por todo lo contrario.

El egocentrismo y narcisismo también puede llevarnos a competir en exceso.

A veces creemos que ser competitivo es la forma de mostrar nuestra superioridad ante los demás.

Sin embargo, como es lógico, nadie gana siempre.

Es más, seguro que tú también conoces a la típica persona que odia perder y se pone como un basilisco cuando no lo consigue, aunque sea en un mero juego como las cartas o el parchís.

Y es que, cada uno tiene sus propios motivos y sus propias circunstancias para situarse en un momento determinado, en un punto concreto de este continuo.

¿Qué podemos hacer?

El grado de competitividad que mostremos es variable en función de la persona y las circunstancias que atravesemos.

Es decir, lo que para uno puede ser saludable y ayudarle a crecer, para otro puede ser excesivo o escaso.

Por eso, analiza cómo eres y cómo te afectan tus decisiones ante situaciones que impliquen ser competitivo.

De este modo, podrás actuar conforme a tus propios valores en cada momento y será más sencillo que tu competitividad te sirva para crecer y avanzar en tu desarrollo personal.


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Sobre la autora:

“Soy Ana Hidalgo, psicóloga de profesión y persona como tú, con grandes experiencias tanto a nivel personal como profesional.

Me dedico a ayudar a personas a superar situaciones difíciles y salir fortalecidas de ellas.

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