Qué hacer para no entrar al trapo
Estrategias para no entrar al trapo ante las provocaciones
Autora: Ana Hidalgo
Si te planteas qué hacer para no entrar al trapo ante las de las provocaciones de otros, este artículo te interesa.
En ocasiones entramos en peleas y discusiones porque le damos gran valor a las palabras de otros.
Además, no solo saltamos con facilidad, sino que también nos fastidia hacerlo, ¿qué podemos hacer para que sus palabras o gestos nos resbalen? En este artículo te comparto algunas estrategias que puedes llevar a cabo para no entrar al trapo ante las provocaciones.
Una aclaración previa
Dejar de entrar al trapo no significa dejar que la otra persona se vaya de rositas o quedar como débil. No entrar al trapo habla más de madurez, sensibilidad y asertividad.
¿Si respondemos a un ataque estamos entrando al trapo?
No siempre, depende de las formas.
Cuando sentimos que alguien nos provoca con sus gestos, sus palabras o sus acciones, nos sentimos atacados. Es por eso que se enciende en nosotros un mecanismo de defensa.
Ya hemos hablado muchas veces que, ante un ataque, bien atacamos, huimos o nos paralizamos.
Decimos que entramos al trapo cuando ante la sensación de un ataque nos ponemos a la defensiva y reaccionamos atacando.
Sin embargo, hay dos formas claras de atacar: una de forma impulsiva, y otra más meditada o estratégica.
Esto marca la diferencia entre lo que llamamos en psicología reaccionar (sin control) y responder (tras valorar las posibilidades).
Si reaccionamos sin control, de forma impulsiva ante una provocación, es posible que nuestra respuesta sea desmedida y que nos sintamos mal con ella. Es decir, estaremos entrando al trapo ante las provocaciones.
Sin embargo, tenemos la alternativa de meditar y valorar nuestra respuesta antes de darla. De este modo, no estaríamos reaccionando impulsivamente, sino respondiendo, y sentiremos mayor control sobre nuestros actos. Es decir, estaremos más a gusto con nuestra respuesta.
Estrategias para no descontrolarnos y no entrar al trapo.
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No casarte con quien te ofende
Muchas veces acuden a mi centro de psicología personas que se encuentran francamente mal porque algún familiar, compañero de trabajo, amigo o incluso pareja, les atacan repetidamente. Cuando me dicen esto (generalmente suelen sacar el tema en las primeras sesiones), yo les corto, y todo lo seriamente que puedo los miro a los ojos, improviso un anillo con un pañuelo de papel y les pido que imaginen un anillo carísimo. Seguidamente, les digo: “sé que no nos conocemos nada todavía, no sé ni si compartimos los mismos valores, pero ¿te casarías hoy conmigo?” Ante su cara de incredulidad les insisto, les pido que acepten el anillo de diamantes y que me respondan a la pregunta: ¿nos casamos ahora mismo? A veces, en lugar de dar un anillo de papel, doy algún objeto que tenga por allí, no sin antes contar sobre el mismo el inmenso valor sentimental que tiene para mí. Después, la pregunta es la misma: ¿lo aceptas como símbolo de compromiso de boda? ???Por el momento sigo soltera, así que ya podéis imaginar la respuesta. Cuando les pregunto el por qué, me alegan que ya son personas casadas, que soy una desconocida, que eso es solo una tontería… Entonces, les pregunto: si ese anillo fuese realmente de diamantes, dado que has rechazado mi petición, ¿te lo quedarías? Y aquí, aunque alguno ha dudado un momento, me terminan devolviendo el anillo. Así, entre risas, vamos viendo que, si no queremos un regalo por lo que implica, ese regalo no nos pertenece. Cuando nos hacen un regalo envenenado como un insulto o un mal gesto, de nosotros depende el aceptarlo o no. Es por eso que los animo a no aceptar el anillo de su jefe, cuñado o cualquiera que los ofenda.
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Deja de preguntarte el por qué y voltea la tortilla
En terapia, veo que algunas personas se obsesionan preguntándose por qué se meten con ellos. Sienten que les insultan, critican, señalan, se burlan… y, aunque no siempre tienen pruebas de que esto sea realmente cierto (a vece es sólo su preocupación porque esto pase), no por eso es menos duro. Es aquí entonces donde les pregunto sobre cuál es su teoría. Cuando nos planteamos el por qué alguien nos ofende deliberadamente estamos tratando de buscar en nosotros una justificación: es porque estoy gordo, soy torpe, un desastre, soy bajito… Sin embargo, no hay excusas. Podemos ofender a alguien accidentalmente en un momento puntual, pero cuando hay una intención detrás, ya no tiene excusa. Nadie merece ser maltratado, menos aún por su físico, capacidades, género, raza o religión. Por eso los animo a darle la vuelta a la tortilla. Plantéate que el fallo no está en ti, sino en el otro. ¿Qué clase de persona busca que otra se sienta mal consigo misma?, ¿por qué habrías de creer las palabras de alguien así? Por eso, trata de desenmascarar a quien hay detrás de todo esto, para ello emplea el punto siguiente.
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Observar desde fuera para fortalecer tu ego
Generalmente, cuando otros nos ofenden o insultan no lo hacen por nosotros, sino por su propio malestar. Ya en otro artículo hablé sobre el efecto espejo y cómo proyectamos en otros aquello que pensamos de nosotros mismos. Es por eso que convertirte en observador te permitirá ver que la situación no va contigo y te resbalará más. Por eso, pon el foco en la otra persona. Para ello, puedes observar la escena desde fuera. Mira sus gestos, expresiones, sus posturas, las palabras que escoge, cómo cambia su tono de voz… Puedes incluso verlo como una peli mala de esas del medio día y tratar de adivinar qué pasará después.
- Ahora su voz se hará más aguda, despotricará sobre todo y se irá con un portazo.
Si eres capaz de distanciarte de este tipo de situaciones, aunque sea mentalmente, las vivirás con mucho menos dolor. Hace años, cuando uno de mis jefes se comportaba de forma maleducada, aprendí a distanciarme tanto que incluso él llegó a darme lástima:
- “Pobrecillo, debe ser triste estar así de amargado”.
- “Quiere hacerse el duro, pero no se da cuenta de lo débil que se muestra al comportarse así”.
Pensar así me animo a no verlo como el lobo feroz, como le sucedía a otros compañeros. De este modo, lo vi como alguien vulnerable que necesitaba ayuda, lo que me permitió expresar mi opinión más fácilmente. El comenzar a pensar así, me hizo ver que al menos en ese sentido yo era fuerte, educada, respetuosa… y que podía ser yo misma sin miedo. Es decir, sin darme cuenta, mi ego y mi seguridad se fue fortaleciendo al convertirme en observadora de la realidad.
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Expresar asertivamente tus sentimientos
En la línea del paso anterior, es importante expresar lo que sentimos, pues esto nos hace sentirnos menos vulnerables. Tanto si consigues poner esa distancia con quien te ofende como si no, explicar asertivamente tus sentimientos te ayudará. Cuando somos capaces de darnos un tiempo en responder (que no reaccionar impulsivamente), nuestras emociones se vuelven más claras. De este modo, logramos explicarlas con mayor facilidad y de forma más asertiva, sin saltar o entrar al trapo. Antes de hacerlo, te animo a dejar a la otra persona a que se desahogue y explique. Así, estará más calmada y abierta a escuchar lo que tú también tengas que decir. Puedes comenzar a explicarte empatizando con su enfado, y emplear la técnica del sándwich (blandito, crujiente, blandito). Ojo, empatizar con su enfado no es darle la razón, sino entender que está ahí.
Veamos la técnica del sándwich:
BLANDITO: Como ejemplo, podemos aceptar la parte de razón que pueda tener la otra persona, o, al menos, validar sus emociones: – “Me doy cuenta que estás enfadado”, “si yo pensara eso, también me sentiría enfadada”. A continuación, pondríamos el CRUJIENTE:
- “Mi punto de vista es algo distinto…”, “por otro lado, a mí no me ha gustado…”
Finalizaríamos con algo BLANDITO:
- “De todas formas, es positivo que lo hayamos hablado”, “qué te parece si a partir de ahora…”
Practicar tus habilidades asertivas te ayudará a aclarar lo que está pasando y poner fin a este tipo de situaciones.
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Ignorar informado.
Si puedes, pon límites a este tipo de situaciones y personas y no te relaciones con ellas salvo que sea estrictamente necesario. También, usando tu asertividad, puedes optar por mostrar las consecuencias que este tipo de comportamiento tendrá. Obviamente, pon en práctica estas advertencias si realmente la situación vuelve a darse. Por ejemplo, comunicárselo a un responsable en el trabajo, retirarle la mirada, la palabra, o incluso marcharte del lugar. Esto último se conoce en psicología como tiempo fuera, y puede ser muy efectivo en discusiones de pareja.
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Anticiparse a las ofensas para no tener que entrar al trapo
No siempre es fácil saber responder con poco tiempo para pensar, por eso puedes planificarlo. A veces algunas personas se burlan o critican los mismos aspectos de otros cada día, por lo que puedes anticiparte. Inventa una estrategia para no entrar al trapo. Algunas claves pueden ser adelantarse, frivolizar, restar importancia, verificar, interesarte… Por ejemplo, si tu compañero, pareja o cuñada te dice eso de: “vaya pintas traes ”. Antes de darle tiempo a que abra la boca puedes adelantarte diciendo: – “¿Te gusta mi look de hoy?, a mí me encanta. Hay pocas personas tan originales y atrevidas como yo que se atrevan a vestir así. También puedes aplazar su crítica adelantándote antes de que hable y decir:
- Por favor, las bromas para otro momento que hoy no es el día.
Otra opción sería bloquearle con una observación que no se espere: – “Me alaga que estés siempre tan interesado por mi forma de vestir, gracias”. Incluso puedes restarle importancia y verificar diciendo: “anda, pues ni me he dado cuenta”. Es más, puedes probar a interrogarlo para que sea más explícito, algunas personas no se atreven a ser totalmente claras. Así, puedes preguntarle: parece que te interesa mucho la moda, ¿qué quieres decir con eso de vaya pintas?
Recuerda:
Estas son sólo algunas de las estrategias que puedes emplear para no entrar al trapo. Obviamente cada situación y persona requiere de una estrategia distinta si bien, es importante que recuerdes que, aunque no puedas controlar la forma de actuar o expresarse de otros, sí puedes controlar tu forma de responder para que al menos tu conducta o tu reacción no te dañe a ti mismo. De todas formas, ya sabes que si necesitas un poco de ayuda extra y quieres que revisemos tu caso más en profundidad en el marco de una terapia, me tienes a tu disposición. Puedes concertar una cita contactando conmigo mi centro de psicología de Alcorcón o también puedes acceder a la información de mis servicios pinchando aquí.
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Sobre la autora:
“Soy Ana Hidalgo, psicóloga de profesión y persona como tú, con grandes experiencias tanto a nivel personal como profesional. Me dedico a ayudar a personas a superar situaciones difíciles y salir fortalecidas de ellas. Si quieres recibir semanalmente artículos sobre amor, desamor y relaciones en general, suscríbete gratis a mi blog en terapiaconAna.com”
Hola Ana me alegro q se vaya de vacaciones a disfrutar de la vida. Muchas felicitaciones por cumplir 5 años su centro. Felicidades. Muchos cariños.?
Muchísimas gracias Jacinta. Feliz verano para ti también. Un abrazo.
Hola Ana
Como siempre me parece muy interesante este artículo y de gran ayuda
Sólo puedo felicitarte y darte las gracias por compartir
Felices vacaciones
Un abrazo
Muchísimas gracias Mercedes. Un abrazo.
Agradecido por este material…fortaleza y aprendizaje.
Muchas gracias Gustavo Enrique, me alegra saber que te fue útil. Un saludo.
Hola Ana:
Y cuando se trata de tu marido que está obsesionado con que estoy gorda y no soporta verme comer. Y me he cansado de repetirle que me molesta y me crea una ansiedad que hace que coma más… Que he de hacer?
Hola Sonia,
Lo primero de todo agradecerte que hayas comentado y compartido tu experiencia y pedirte disculpas por la demora en mi respuesta.
Si tu marido te falta al respecto de forma frecuente siento decirte que tenéis un problema de pareja importante. Os animo a que lo habléis con calma y que acudáis a terapia pues ante todo hace falta respeto mutuo. Nadie debería sufrir insultos, y mucho menos de las personas más cercanas.
A este respecto, ya sabes que si necesitas un poco de ayuda extra me tienes a tu disposición.
Un saludo.